Cumandá
Cumandá, también titulado Un drama entre salvajes, es una novela del ecuatoriano Juan León Mera. Se enmarca dentro de la corriente del indianismo, un estilo literario que se entiende en el contexto latinoamericano y que tiene un gran número de obras a sus espaldas. A diferencia del estilo indigenista, las novelas indianistas tratan la figura de los nativos americanos sin perspectiva política y social.
Más que una crítica, Cumandá y las otras obras del género tratan la cuestión desde un plano más bien idealizado, con cierto exotismo y sin demasiado rigor histórico o antropológico. Son novelas en las que prima el carácter estético. Y la selva ecuatoriana, junto con sus habitantes, son solo el cuadro en el que se enmarca una desafortunada historia de amor.
CUMANDÁ (FRAGMENTO)
"Era media noche. La hoguera presentaba un gran
conjunto de brasas ceñido de un marco de cenizas y ramas a medio quemar, y sólo
tal cual llamarada, presta a desaparecer al menor soplo del viento, se movía
trémula, asida al tronco que la produjo, como el último aliento de la vida en
cuerpo agonizante.
El fervor de la fiesta había ido apagándose a par del fuego
de la hoguera. Casi todas las hachas de viento se habían extinguido, consumida
la resina, y sólo arrojaban revueltas columnillas de humo hediondo, que cuando
las tendía el viento penetraban en las cabañas. La luna derramaba sin rival su
luz sobre el campo silencioso y triste que dos horas antes animaban las danzas,
los cantares y las exclamaciones de gozo de veinte alegres tribus. Unos pocos
salvajes vagan, tambaleándose y buscando sus chozas, como el ciervo herido y
moribundo que quiere abrigarse en su guarida de musgo; o bien se diría que son
los manes de los que yacían en ese campo misterioso y fúnebre, donde al parecer
había cesado la vida agotada por el abuso de los groseros placeres. Las fuerzas
que éstos consumen, aun en la sociedad civilizada, son más difícilmente
restauradas por el sueño, que las gastadas por el trabajo. El sueño que más se
parece a la muerte es el de la embriaguez, y poco faltaba a esos salvajes para
estar verdaderamente muertos. Pero es necesario hacer una excepción: los andinos,
bien por no olvidar las advertencias del padre Domingo, bien porque en razón de
sus creencias cristianas no tomaban parte activa en la fiesta, habían bebido
muy poco licor y dormían tranquilos en sus ranchos alejados de los demás.
"
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